EL SOÑADOR
Por Nelson Calderón Martínez
Copyright @ Agosto 4 de 1982

Había una vez un soñador que iba todas las noches a la orilla del mar. Una vez sentado en la playa gozaba su alma en contemplar la magnitud y grandeza de su amigo el mar. Allí pasaba largas horas. Estaba triste. Buscaba en la distancia aquél amor que llenase su alma. Aquella brisa que acariciase su rostro. Una sonrisa que alegrase su espíritu. Buscaba aquel 'lucero' que desde el horizonte lo guíase a puerto seguro. Para caminar juntos por el sendero de la vida.
El mar se mostraba sordo a sus ilusiones y no le traía lo que él con ansiedad le pedía. Continuaba moviéndose rítmicamente al compás de unas ondas extrañas y maravillosas. Arrullado por las olas que en la orilla venían a morir, nuestro soñador quedábase dormido. En sueños veía al 'lucero' con más claridad. Era bonita. Dulce. Humilde. Cariñosa. Tenía como regalo del Cielo una sonrisa y una mirada que era lo que su alma tanto necesitaba.
Nuestro soñador era poeta y cantaba en sus versos las penas y alegrías del alma. La iba forjando a ella en cada verso, en cada estrofa.


El soñador estaba consciente que sólo Dios podía materializar aquella imagen y ponérsela en su camino cuando El creyese que había llegado el momento. Nuestro soñador era también idealista y tuvo que dejar su playa para internarse tierra adentro a defender una Patria que hombres sin conciencia le querían arrebatar. Sufrío luchas y persecuciones. Pero no estaba sólo. Dios y aquel 'lucero' que había forjado a la orilla del mar le acompañaban. Y un día vió teñirse de rojo las aguas y la arena de su playa con la sangre de otros soñadores que venían con la Cruz y la Estrella grabadas en sus almas. Y el mar dejó de ser tranquilo y sereno.
Se volvió inquieto, agitado y huracanado. Al mar también le mordía el dolor en las entrañas. Y el mar se volvió único camino para buscar otras playas, distantes y distintas, en donde poder respirar un aire limpio, puro y no viciado de maldad.
Por ese camino marchó el soñador a tierras lejanas. Esta vez en playa extraña volvía a sentarse a la orilla del mar, a conversar con su viejo amigo. Ahora buscaba con más ansias el 'lucero', ¡cuánto la necesitaba!. El viento le susurraba al oído las penas y sufrimientos de su tierra lejana y le traía noticias de su antigua playa.


Así pasó el tiempo. El soñador seguía confiando en Dios. Sólo El podía convertir en realidad su sueño de amor. Aquel día llegó. En una iglesia, a los pies de la Sma. Virgen, dos miradas se encontraban.
El 'lucero', la mujer de sus sueños se hacía realidad ante los ojos del soñador. Era dulce, cariñosa, humilde. Tenía ese algo que llenaba al soñador. Dios había visto sus ilusiones y las hacía realidad.
El soñador se enamoró de la mujer y ésta de aquél. Ya no estaba más triste. Ahora estaba alegre. La felicidad embargaba su alma. Veía que la mujer era igualmente feliz y que eran el uno para el otro. Desde el fondo de sus almas salió una plegaria de agradecimiento al Padre Eterno. Cogidos de la mano, elevando los ojos al Cielo, exclamaron llenos de amor en EL: "bendice siempre nuestro amor"
Y desde aquél día, cuenta un sinsonte que, en una playa a la orilla del mar se ve a una pareja sentada frente a él con la esperanza de regresar a la Patria que los vió nacer.
El verso es... El brindis Como Quisiera
A la orilla del mar El soneto de don canuto La noche del exiliado
Look at me Reflexiones en la noche El Sinsonte vuelve a cantar
Tu regalo Una rosa sin espinas Walking in the clouds
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Ese NO es un HOMBRE Webmistress: Magaly Hirayanagi

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Los poemas pertenecen a Nelson Calderón Martínez