Milagros de Nuestra Señora
Gonzalo de Berceo(¿1195?-¿1246?)

Prólogo


Amigos e vasallos de Dios omnipotent,
si vos me escuchásedes por vuestro consiment,
querríavos contar un buen aveniment:
terrédeslo en cabo por bueno verament.

Yo Maestro Gonzalo de Berceo nomnado,
yendo en romería caecí en un prado
verde e bien sencido, de flores bien poblado,
lugar codiciadero para ome cansado.

Daban olor sobejo las flores bien olientes,
refrescaban en ome las caras e las mientes,
manaban cada canto fuentes claras corrientes,
en verano bien frías, en ivierno calientes.

Habie hí grand abondo de buenas arboledas,
milgranos e figueras, peros e manzanedas,
e muchas otras fructas de diversas monedas,
mas no habie ningunas podridas nin acedas.

La verdura del prado, la odor de las flores,
las sombras de los árbores de temprados sabores
refrescáronme todo e perdí los sudores:
podrie vivir el ome con aquellos olores.

Nuncua trobé en sieglo lugar tan deleitoso,
ni sombra tan temprada, nin olor tan sabroso:
descargué mi ropiela por yacer más vicioso,
poséme a la sombra de un árbor fermoso.

Yaciendo a la sombra perdí todos cuidados,
odí sonos de aves dulces e modulados:
nuncua udieron omes órganos más temprados,
nin que formar pudiesen sones más acordados.

Unas tienien la quinta e las otras doblaban,
otras tenien el punto, errar no las dejaban,
al posar, al mover todas se esperaban,
aves torpes nin roncas hí non se acotaban.

Non serie organista, nin serie vïolero,
nin giga nin salterio, nin manoderotero,
nin instrument nin lengua, nin tan claro vocero,
cuyo canto valiese con esto un dinero.

Peroque vos disiemos todas estas bondades,
non contamos las diezmas, esto bien lo creades:
habíe de noblezas tantas diversidades,
que no las contaríen prïores ni abades.

El prado que vos digo habie otra bondat,
por calor ni por frío non perdie su beldat,
siempre estaba verde en su integridat,
non perdie la verdura por nula tempestat.

Manamano que fui en tierra acostado,
de todo el lacerio fui lüego folgado:
oblidé toda cuita, el lacerio pasado,
qui allí se morase serie bien venturado.

Los omes e las aves cuantas acaecíen,
levaban de las flores cuantas levar queríen,
mas mengua en el prado ninguna non facíen,
por una que levaban tres e cuatro nacíen.

El fructo de los árbores era dulz e sabrido,
si Don Adam hobiese de tal fructo comido,
de tan mala manera non serie decibido,
nin tomarien tal daño Eva ni su marido.

Señores e amigos, lo que dicho habemos
palabra es oscura, exponerla queremos:
tolgamos la corteza, al meollo entremos,
prendamos lo de dentro, lo de fuera dejemos.

Todos cuantos vivimos que en piedes andamos,
siquiere en prisión o en lecho yagamos,
todos somos romeos que camino andamos:
San Pedro lo dis esto, por él vos lo probamos.

Cuanto aquí vivimos en ageno moramos,
la ficanza durable suso la esperamos:
la nuestra romería estonz la acabamos
cuando a paraíso las almas envïamos.

En esta romería habemos un buen prado,
en qui trova reparo tot romeo cansado,
la Virgen glorïosa, Madre del buen crïado,
del cual otro ninguno egual non fue trovado.

Esti prado fue siempre verde en honestat,
ca nuncua hobo mácula la su virginidat,
post partum et in partu fue virgen de verdat,
ilesa, incorrupta en su integridat.

La sombra de los árbores buena dulz e sanía,
en qui habe reparo toda la romería,
sí son las oraciones que fas Sancta María,
que por los pecadores ruega noche e día.

Cuantos que son en mundo justos e pecadores,
coronados e legos, reys e emperadores,
allí corremos todos vasallos e señores,
todos a la su sombra imos coger las flores.

Los árbores que facen sombra dulz e donosa,
son los santos miraclos que fas la Glorïosa,
ca son mucho más dulces que azúcar sabrosa,
la que dan al enfermo en la cuita rabiosa.

Las aves que organan entre esos fructales,
que han las dulces voces, dicen cantos leales,
éstos son Agustín, Gregorio, otros tales,
cuantos que escribieron los sus fechos reales.

Estos habien con ella amor e atenencia,
en laudar los sus fechos metien toda femencia,
todos fablaban de ella, cascuno su sentencia,
pero tenien por todo todos una creencia.

Tornemos ennas flores que componen el prado,
que lo facen fermoso, apuesto e temprado:
las flores son los nomnes que li da el dictado
a la Virgo María, Madre del buen crïado.

La benedicta Virgen es estrella clamada,
estrella de los mares, guïona deseada,
es de los marineros en las cuitas guardada,
ca cuando esa veden es la nave guïada.

Es clamada y eslo de los cielos reína,
templo de Jesu Cristo, estrella matutina,
señora natural, pïadosa vecina,
de cuerpos e de almas salud e medecina.

Ella es dicha fuent de qui todos bebemos,
ella nos dio el cibo de qui todos comemos
ella es dicha puerto a qui todos corremos,
e puerta por la cual entrada atendemos.

Es dicha vid, es uva, almendra, malgranada,
que de granos de gracia está toda calcada,
oliva, cedro, bálsamo, palma bien elevada,
piértega en que se hobo la serpiente alzada.

Señores e amigos, en vano contendemos,
entramos en grand pozo, fondo nol' trovaremos,
porque más son los nomnes que nos de ella leemos,
que las flores del campo del más grand que sabemos.

Desuso lo disiemos que eran los fructales
en qui facien las aves los cantos generales,
los sus santos miraclos grandes e principales,
los cuales organamos en las fiestas caudales.

Quiero dejar contanto las aves cantadoras,
las sombras e las aguas, las devant dichas flores:
quiero de estos fructales tan plenos de dulzores
fer unos pocos versos, amigos e señores.

Quiero en estos árbores un ratielo subir,
e de los sus miraclos algunos escribir:
la Gloriosa me guíe que lo pueda cumplir,
ca yo non me trevría en ello a venir.

Terrélo por miraclo que lo fas la Gloriosa
si guïarme quisiere a mí en esta cosa:
Madre plena de gracia, reína poderosa,
tú me guía en ello, ca eres pïadosa.

Milagro V
El pobre generoso


Era un home pobre que vivie de raciones,
non habie otras rendas nin otras furcïones,
fuera cuanto labraba, esto pocas sazones,
tenie en su alzado bien pocos pepïones.


Por ganar la Gloriosa que él mucho amaba,
partielo con los pobres todo cuanto ganaba,
en esto contendía e en esto pugnaba,
por haber la su gracia su mengua oblidaba.

Cuando hobo est pobre dest mundo a pasar
la Madre glorïosa vínolo convidar;
fablóli muy sabroso, querielo falagar,

udieron la palabra todos los del logar.

Tú mucho codiciest' la nuestra compañía,
sopist pora ganarla bien buena maestría,
ca parties tus almosnas, dicies Ave María:
porque lo facies todo yo bien lo entendía.

Sepas que es tu cosa toda bien acabada,
ésta es en que somos la cabera jornada,
el ite, missa est cuenta que es cantada,
venida es la hora de prender la soldada.

Yo so aqui venida por levarte comigo
al regno de mi fijo, que es bien tu amigo,
do se ceban los ángeles del buen candïal trigo,
a las sanctas virtutes placerlis ha contigo.

Cuando hobo la Gloriosa el sermon acabado,
desamparó la alma al cuerpo venturado,
prisiéronla de ángeles un conviento honrado,
leváronla al cielo, Dios sea end laudado.

Los omes que habíen la voz ante oída,
tan aína vidieron la promesa cumplida:
a la Madre gloriosa que es tan comedida,
todos li rendien gracias, cuisque de su partida.

Qui tal cosa udiese serie mal venturado
si de Sancta María non fuese muy pagado,
si más no la honrase serie desmesurado:
qui de ella se parte es muy mal engañado.

Milagro IX
El clérigo simple

Era un simple clérigo pobre de clerecía,
dicie cutiano misa de la Sancta María,
non sabia decir otra, diciela cada día,
más la sabia por uso que por sabiduría.

Fo est misacantano al Bispo acusado
que era idiota, mal clérigo probado;
Salve Sancta Parens sólo tenie usado,
non sabie otra misa el torpe embargado.

Fo durament movido el Obispo a saña,
dicie: nuncua de preste udí atal hazaña;
diso: dicit al fijo de la mala putaña
que venga ante mí, no lo pare por maña.

Vino ante el Obispo el preste pecador,
habie con el grand miedo perdida la color,
non podie de vergüenza catar contral señor,
nuncua fo el mezquino en tan mala sudor.

Dísoli el Obispo: preste, dime verdat,
si es tal como dicen la tu neciedat;
dísoli el buen ome: señor, por caridat
si disiese que non dizría falsedat.

Dísoli el Obispo: cuando non has cïencia
de cantar otra misa, nin has sen, nin potencia,
viédote que non cantes, métote en sentencia:
vivi como mereces por otra agudencia.

Fo el preste su vía triste e desarrado,
habie muy grand vergüenza, el daño muy granado,
tornó en la Gloriosa ploroso e quesado,
que li diese consejo, ca era aterrado,

La Madre precïosa que nunca falleció
a qui de corazón a piedes li cadió,
el ruego de su clérigo luego gelo udió;
no lo metió por plazo, luego li acorrió.

La Virgo gloriosa, madre sin dición
apareciol' al Obispo luego en visión;
díjoli fuertes dichos, un bravielo sermón,
descubrióli en ello todo su corazón.

Díjoli bravamientre: Don Obispo lozano,
¿contra mí porqué fuste tan fuert e tan villano?
Yo nuncua te tollí valía de un gano,
e tú hasme tollido a mí un capellano.

El que a mí cantaba la misa cada día,
tú tovist que facia yerro de heresía;
jugástilo por bestia e por cosa radía,
tollísteli la orden de la capellanía.

Si tú no li mandares decir la misa mía,
como solie decirla, grand querella habría,
e tú serás finado hasta el trenteno día,
desent verás que vale la saña de María.

Fo con estas menazas el Bispo espantado,
mandó enviar luego por el preste vedado,
rogol' quel perdonase lo que habie errado,
ca fo en él su pleito durament engañado.

Mandólo que cantase como solie cantar,
fuese de la Gloriosa siervo del su altar,
si algo li menguasse en vestir o calzar
el gelo mandarie del suyo mismo dar.

Tornó el ome bono en su capellanía,
sirvió a la gloriosa Madre Sancta María,
finó en su oficio de fin cual yo quería,
fue la alma a la gloria, a la dulz cofradía.


Gracias por tu visita
Home:Regreso a casa Correo:Magahira@yahoo.com www.magiayamor.com