A Mi Madre

Todavía el dolor esta en su frente;
se humedecen sus ojos todavía;
como si fueran sombras
que caen del Oriente.


Huyen las tempestades de mi mente
cuando los dedos de su mano fría,
se hunde, temblando, en la melena mía
y amorosa la erizan blandamente.

Ella es el astro de mi noche eterna;
su limpia luz, en mi interior,
se expande, expande, expande
como el rayo del sol en la caverna.

Yo la adoro! la adoro sin medida,
con un amor como ninguno
grande, grande, grande!
al ser que me dio la vida.

Julio Flores