Por: Nelson Calderón Martínez
Editor en Jefe de Información News Agency
Año cero de la Era Cristiana. En Roma, el emperador César Augusto promulga
un edicto mediante el cual todos los súbditos del Imperio Romano tenían que
ir a empadronarse en la ciudad de su origen.
En Palestina una joven virgen había tenido un diálogo con un Angel enviado por
Dios, en el cual le informa que ha sido la escogida para ser la madre del Mesías
prometido. Con la humildad propia de María, la joven acepta el plan de Dios en
aquél FIAT maravilloso. Y comienza a realizarse la obra de la Redención. Pro-
mesa hecha a los hombres, en el Paraíso, a nuestros primeros padres Adán y
Eva.
Cristo será el nuevo Adán y María la nueva Eva de la humanidad redimida. Así
como Dios quiso que Eva naciera del hombre, así el Hijo de Dios nacerá de
una mujer. La Mujer que aplastará la cabeza de la serpiente.
María se encuentra próxima a dar a luz cuando se anuncia el edicto del César.
Su esposo, José, es el encargado de preparar la ida y cuidar a la Virgen y al
Niño que se agitaba en su vientre. El pesado y largo viaje, a lomos de borrico,
desde Nazaret hasta Belén les tomará cuatro días. Y la Sagrada Familia hace
la travesía llena de penurias y sacrificios. Abiertos al 'plan de Dios' hacen el
trayecto con un gran sentimiento de confianza en el Padre Eterno y la alegría
de ser los custodios de Su hijo.
Llegados a Belén se encuentran con una ciudad en medio de confusión por la
cantidad de peregrinos, que como ellos, han ido a cumplir las órdenes del César.
San José, dada las condiciones de María, cuyo alumbramiento era inminente,
empieza a buscar un lugar apropiado para la Virgen y el Niño próximo a nacer.
Recorre la ciudad y obtiene siempre la misma respuesta: "no hay lugar para
ellos en el mesón". Sin desesperarse y confiados en Dios encuentran una cueva
donde guarecerse en las afueras de Belén. Entre los dos hacen un pesebre que
será la primera cuna del Niño-Dios.
El Maestro Divino está próximo a nacer. Desde su nacimiento comienza a ense
ñarnos a confiar y aceptar la voluntad del Padre Eterno que le ha enviado: a ser
pobres y humildes, pués la verdadera grandeza está en el alma y en nuestras
buenas obras. En su nacimiento se identifica con los pobres de la tierra, con
los perseguidos, con los que sufren discriminación y no tienen ni tendrán, como
El no tuvo, un lugar adecuado donde nacer.
San Lucas, en su Evangelio, nos decribe el nacimiento de Jesús con la sen
cillez y magnitud características de su espíritu: "Y sucedió que hallándose
allí, le llegó la hora del parto. Y dió a luz a su hijo primogénito, y envolviéndole
en pañales le rescostó en un pesebre" . Lc. II, 6-7
Los pastores avisados por un ángel del Señor acuden al pesebre de la humilde
cueva a adorar al recién nacido. En el Cielo los ángeles entonan el magnífico
canto de: "GLORIA IN EXCELSIS DEO".. "Gloria a Dios en las alturas y paz
en la tierra a los hombres de buena voluntad". Lc. II, 14
El verdadero espíritu de la Navidad es el de una gran alegría y regocijo porque ha
nacido el Salvador. Porque Dios se ha hecho hombre. (ET VERBO CARO
FACTUM EST). Se ha hecho partícipe de nuestra naturaleza. Ha compartido
con nosotros alegrías, penas y sufrimientos. Se hizo semejante en todo a
nosotros, menos en el pecado. Como dijese San Pablo: "El Cordero libre de pecados
cargó con todos los pecados de nosotros para ofrecérselos al Padre Eterno como
único holocausto y hostia pura de sacrificio agradable a Dios".
El espíritu de Navidad no consiste en un ser imaginario llamado Santa Claus,
que vestido de rojo y de barbas blancas, baja por chimeneas dejando juguetes
en las casas de los niños, en las cuales sus padres tienen el dinero para
comprárselos. Ni tampoco es el envío indiscriminado de tarjetas navideñas a
tantas personas, que en la mayoría de las veces se las envíamos más por
compromiso que porque de verdad sintamos el deseo de compartir con ellos la
alegría del nacimiento del Niño-Dios.
Se ha comercializado tanto la práctica de las tarjetas navideñas, que en la
mayoría de ellas ya no se encuentra el tema básico y fundamental de la
Navidad que es el Nacimiento.
El espíritu de Navidad es el de compartir la alegría de tener a Dios con nosotros.
De reflexionar sobre lo mucho que el Padre Celestial nos ama. Que nos envía
a su Hijo para que sea hermano nuestro. Para que nos enseñe y nos dé el
mandamiento del amor: "Amaos los unos a los otros como Yo los he amado"
Jn. 19,19
El espíritu de Navidad es el de compartir en familia nuestros sentimientos de
gozo y unidad bajo un mismo Padre y una misma Madre. Llévemos ese
espíritu al mundo que nos rodea a través de nuestras vidas que proclaman
que Cristo ha nacido en nosotros.
Hasta la próxima. Dios nos bendiga a todos.
Feliz Navidad 1999 en la paz y el amor del Niño Jesús.
les deseamos y todos y cada uno de los que formamos la familia
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